
Nos despedimos del 2024, a nivel de festivales, visitando por primera vez el festival Jardín de las Delicias. Un evento que se celebra en lo que otros años ha sido el Dcode Fest y que lo primero con lo que te sorprende es por el enorme espacio que ocupa. A diferencia de lo que vivimos en el Dcode, el Jardín de las Delicias es un recinto enorme que te llega a sobrecoger cuando estás en la pasarela de entrada al mismo. Por nuestra parte vivimos la jornada del sábado, donde nos encontramos con platos fuertes y alguna que otra sorpresa.
Desde muy pronto se tenía ocasión de disfrutar de los conciertos en el Jardín de las Delicias, concretamente desde las 12. Dividido en dos escenarios, uno principal (Endesa) y otro secundario (Bosque) pudimos ir disfrutando de las evoluciones de las bandas que conformaban el cartel de la segunda jornada. Si bien lo más importante estaba planeado a partir de las 20 horas, durante la tarde fuimos subiendo en intensidad.
La tarde se abría con la actuación de Inazio, un proyecto que sin prisa, pero sin pausas ha ido calando hondo en el panorama musical nacional. Malmö 040 abrieron camino para llegar a la primera actuación esperada del día, la de Andy & Lucas. Un concierto que para muchos fue una vuelta a la adolescencia y en el que el duo repaso su carrera con temas nuevos y sus sempiternos hits.

Cuando termino su concierto nos dimos cuenta de que el recinto era un hervidero de gente, se hacía complicado llegar a las barras y los desplazamientos entre escenarios se resintieron ante la marea humana que se dio cita en el polideportivo Cantarranas de Ciudad Universitaria. Pese a todo esto pudimos llegar al escenario Bosque donde teníamos marcado en rojo el concierto de Merino. Tantas eran las ganas que les teníamos que por un momento se nos pasó por la cabeza el fantasma de que el concierto nos defraudara. Nada más lejos de la realidad, con tres canciones la banda nos había robado el corazón. Una propuesta sincera, hecha desde el corazón y que se mimetizaba a la perfección con el escenario íntimo donde les había colocado la organización. Además la banda nos dejo un regalito a modo de confirmación, ya que estarán el próximo mes de enero en el Circo Price de Madrid.
En cuanto se acabó su concierto las miradas se fueron directamente al escenario principal para ver la llegada de los donostiarras La Oreja de Van Gogh. Se esperaba con mucha ansia este concierto, tanto que se nos fue el poder ver las evoluciones de los colombianos Beret. A las 22 horas la banda salía al escenario con la firme intención de dejar atrás los fantasmas que se habían desenterrado en los días previos a este concierto. Nada de dudas ni de malos rollos, si los hay, se quedaron en el camerino. La formación repasó todos sus grandes éxitos, coreados al unísono por gente de diferentes décadas. Todos ellos hermanados bajo el manto de pop nacional que nunca defrauda y que tuvo colaboración de lujo con la salida de Diego de Veintiuno.

Una vez término el concierto hubo momentos para poder departir con los amigos sobre lo que les había parecido el concierto, tomar un pequeño refrigerio y preparase para la llegada de los murcianos Viva Suecia. Largo tiempo había pasado desde la última vez que les vimos en directo y la verdad que les teníamos bastantes ganas. Hemos de reconocer, que aquel que subscribe esta crónica es muy fan de los dos primeros discos de la banda, pero hay que reconocer que estos nuevos temas son hits que suenan como un tiro y que la banda en directo ha evolucionado de una manera brutal. En apenas una hora de concierto fueron capaces de poner patas arriba el Jardín de las Delicias. Secciones de vientos, guitarras por doquier y esa energía tan característica que les ha hecho ser uno de esos grupos indispensables en el ideario musical nacional. Nos quedamos con ganas de más temitas antiguos, pero se lo perdonamos, a fin de cuentas, el tiempo en un festival es muy limitado y hay que ir al grano.
Hicimos bien en aprovechar el fin del concierto para hidratarnos, ya que intuíamos lo que sucedería cuando Taburete se subieran al escenario. Rondaban las 1:30 de la madrugada, pero los ánimos seguían en todo lo alto. La gente sabia a lo que se estaba quedando, y la banda salió como una auténtica apisonadora. No dejo títere con cabeza e hizo que el fin de fiesta fuera completo.
Sin duda un éxito de público para un festival que se ha convertido en el fin de verano perfecto para muchos amantes de los festivales.
